El encuentro (breve relato del melón chino)

Hoy,mientras caminaba arrastrado por el cardumen de ideas que nada cada mañana sobre las banquetas, entre el mar de cabezas (algunas con mas cabello que otras) alcance a reconocer a un personaje peculiar.

De tez clara, rostro anodino aunque enmarcado en una cabellera blancuzca, grasosa. Llevaba una chaqueta café. Las nubes  escondían el tono marino de sus pantalones azules que le llegaban hasta los tobillos enfundados por un calcetín negro en su pie izquierdo y una calceta blanca con una “w” a los costados en su pie derecho. Sus ojos grises, escondidos bajo unas gafas de sol se apoltronaban dentro de sus cuencas; Bailaban al ritmo de un anuncio de focos led programable.

-Hoy podría ser el último día del Mundo... ¡Aproveche el 2x1 en nuestros detergentes bio-degradables!-

De su bolsillo se asomaba una decena de cupones empalmados uno tras otro acomodados por color y tamaño.

No se decidía a dar un paso dentro del centro comercial.

Movía de manera nerviosa sus dedos. No se inmutaba por los empujones que los consumidores le propinaban al pasar junto a él mientras conducían sus carritos de acero rebosantes de bolsas plásticas llenas de productos con caducidad impresa en sus empaques.

Cuando por fin las articulaciones de todo su cuerpo entraron en acción y sus piernas se disponían a dar un paso para que el sensor de la puerta automática reconociera la existencia de su presencia, alcance su humanidad y le tome del brazo.
-Hola papá.-
Le mire a los ojos mientras me recitaba esas palabras que rezaba cada vez que nuestros cuerpos transitaban por el mismo espacio.

~Emilio, Mi hijo, el tercero de cuatro.~

-¿Qué haces tan noche fuera de la cama?-

~Buscaba una medicina para tu madre pero me entretuve viendo los melones que están de rebaja. ~
-¿Qué tiene mi madre?-
~Aunque pensándolo bien a tu madre no le gusta estos melones chinos. Dice que es como los chiles Chinos, no pican, no saben.~
-Contestame.-
~¡AH! sí. Seguro son los nervios o algo, no sé. Tu madre lleva dos días que no habla conmigo. La verdad es que no ha salido de su cuarto y aunque he querido saber que pasa, lo cierto es que solo he llamado a su puerta un par de veces. El martes con más ahínco que el miércoles.~
-Pensé que solo habían pasado un par de días.-
~Pues eso, unos cuantos días.~
-Hoy es Domingo.-
~Mira, aunque tu entiendes más a tu madre que yo, no debes de olvidar que yo llevo más tiempo despertando a su lado y entendiendo su aliento matutino y visto las camisas verdes que a ella le gustan. Sé que solo le gustan los limones amarillos y que las flores solo le gustan de papel.~

-Antes has dicho que llamaste a su puerta sin respuesta ¿Desde cuando duermen separados?-

~Pues eso, desde el martes. He pernoctado en el sofá, en silencio, esperando a escuchar si arrastra su pierna izquierda como siempre mientras se dirige al baño y nada. El jueves no salió a escuchar música conmigo. ~

Miré mi rostro en el reflejo de las puertas corredizas. Intenté reconocerme sin éxito.

~Yo sé que mi fascinación por John Coltrane ha perdido dimensiones pero ella nunca se ha perdido nuestros jueves de jazz y whisky. Incluso me sorprendió que yo mismo tuviera que abrirle a Rebecca la del 6 que venia a quejarse de un olor extraño que anda flotando en el pasillo. Le dije que posiblemente era el jamón español que había perdido la batalla contra las bacterias mexicanas.~

“Dame un momento”, Decía mi padre mientras entraba al supermercado y tomaba un melón chino. Le  extendió un billete de 20 pesos a la cajera junto con el cupón purpura de 2x6 cm y le hizo un gesto que pareció ser una sonrisa. No obtuvo respuesta.

~Listo, he encontrado uno que podré comer enseguida con tu madre. Me despido, saludos a los niños.~

Antes de que pudiera articular frase alguna mi padre se colgó del pasamanos de la puerta del autobús. Hizo sonar las monedas en el bolsillo de su chaqueta y depositó el costo correspondiente al pasaje.

Yo seguía tumbado en el escalón de la entrada del supermercado cuando mi padre cruzó el umbral de la entrada de su casa. El anuncio luminoso ahora solo era hileras de puntos incoloros,transparentes.

Tomó el cuchillo de sierra con mango de madera del cajón izquierdo y lo apoyó en la superficie recién lavada del melón.
Lo partió en octavos casi perfectos y se sentó a la orilla de la barra de la cocina.

Ya saldrá, pensó para sí.

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...