nosepuede

Mis manos esperaban a que tus ojos me dieran permiso de escribir tu nombre escondido entre los párrafos de una historia que hablaba detalladamente de cómo mis dedos soñaban con los dobleces de tu vestido con puntos negros.
Las vocales de tu nombre terminan escondiéndose en palabras difusas a través del instructivo para armar mi silla de tres patas que solo viene en japonés.
No hay manera de dibujar tu silueta, la rabia me nubla el pensamiento solo soy pedazos de papel mache pegados con miel artificial. Jarabe de remordimientos.
Te escondes de mí bajo el lienzo urbano, el sol no alcanza los flecos de tu blusa y tus pies le niegan el beso al suelo posándose sobre un cojín a cuadros que tejiste meticulosamente porque solo Dios sabe el motivo por el cual amas tanto los patrones de colores.
Tú nocturna y yo cabizbajo, cuajando dentro de una formula de pachuli y lumbreras en el cielo que nos mostraban el camino en espiral hacia el no retorno.
 Terminamos andando a tientas.

veil.

Tu y mi café amargo por las mañanas es todo lo que siempre pedí no olvidar. Hoy no abandone la cama. No encontré motivos suficientes para hacerlo. Aun faltan 5 minutos para que regreses y me grites sentencias en un idioma que no puedo corresponder.
Yo solo quiero que me hables con besos y que tus dedos caminen por mis rodillas mientras tarareas esa canción de estrofas dispares.
Nanarinana na ri nana na

112

Es  como en los cuadros de aquel indígena que se refugia de la lluvia bajo el puente. Goteras de colores colorean nuestros impermeables mientras que el vaho difumina la tormenta.
Nadie quiere quedarse fuera.
La lluvia como muchos otros eventos climáticos se asemeja a la manera en la que manejamos nuestros pensamientos.
A veces somos fluidos a veces caemos en ciclos que funciona de manera errática.
Camino con pies de plomo en el fondo de una laguna verdosa.
Hay señalamientos en cada esquina pero no logro pisar firme.
Nado a lo profundo pero no encuentro silencio.
Bullicio ensordecedor de las ballenas que lloran por el Jonás que huye a la orilla.
Inodoro.

memirame


Una vez tuve este sueño en el que te sentabas por horas viéndome dormir e imaginabas lo que podría estar soñando. Te quedabas debajo de aquella luz tenue siendo mi guardia personal como si pudieras evitar que cualquier sonido entrase a través de la rendija de la cerradura y me perturbara. Debajo de aquel suéter gris que te regale solo vestías  tu desnudez de piernas cruzadas.
Mientras acariciabas mi cabello alborotado pensabas que en mi sueño me veía a través de un espejo opaco, buscando entre los bolsillos de mi ropa algún papel en el cual pudiera escribirte un poema de dos líneas como el que te regale el día en que nos conocimos.

“Tu espalda de amatista con el purpura que dibuja constelaciones bajo el encaje de tu deseo  profuso. Luz.”

Imaginabas si yo amaba a alguien del pasado o si podría idealizar en mis profundos sueños a alguien que no fueras tú debajo de mis letras

Supongo que por eso le tengo miedo a la noche y sin embargo no puedo dormir sin tener estos sueños ambivalentes. Como deseando ir más profundo mientras me siento atrapado  en una cavidad que no tiene puerta trasera solo oscuridad natural sin pasillos con reflejos amarillos o balcones con toldos a rayas.

Sosiego Vacante.



Si pudiera chuparte ese veneno que te come las entrañas, lo haría dos veces, después de soñarlo.

Tremebundo



Con los temblores que no cesan y tu vientre preguntando por la semilla marchita que se rehúsa a fecundar. Tu natalicio del 13 de febrero. Si fuéramos más paganos y festejáramos los banales cumpleaños pensaríamos que como presagio cruel te quedaste a un día del amor.
Tus labios rojos me comen el pensamiento y te da vergüenza que me haya enamorado de tus dientes chuecos.  Aun encuentro tus cabellos rotos/color café en mi suéter favorito que usaste el día que escuchamos a los gorriones trinar. Ayer saque las fotos instantáneas de la caja de metal que está bajo las escaleras. No recordaba tener tantas de tus hombros.
2:45 am
Como siempre corro por el  pasillo de las luces rojas hasta que encuentro algún libro que tenga de esas diminutas sombrillas que dibujabas cuando leías algo que te recordara a mí. Eran siempre de color azul.
Seguro ya tatuaste algo por encima de mí. Tinta corriendo por mi nombre monosílabo. Tan ridículo como el mismo. Seguro ahora es un pez dorado de esos con los que tanto soñaste por aquella portada del libro de Laura Restrepo.
Me miro mis manos y sus líneas que reniegan de la experiencia mientras sostengo mi taza blanca llena de té verde. Sin azúcar.
Yo y mi bonsái.

Tremebundo



Con los temblores que no cesan y tu vientre preguntando por la semilla marchita que se rehúsa a fecundar. Tu natalicio del 13 de febrero. Si fuéramos más paganos y festejáramos los banales cumpleaños pensaríamos que como presagio cruel te quedaste a un día del amor.
Tus labios rojos me comen el pensamiento y te da vergüenza que me haya enamorado de tus dientes chuecos.  Aun encuentro tus cabellos rotos/color café en mi suéter favorito que usaste el día que escuchamos a los gorriones trinar. Ayer saque las fotos instantáneas de la caja de metal que está bajo las escaleras. No recordaba tener tantas de tus hombros.
2:45 am
Como siempre corro por el  pasillo de las luces rojas hasta que encuentro algún libro que tenga de esas diminutas sombrillas que dibujabas cuando leías algo que te recordara a mí. Eran siempre de color azul.
Seguro ya tatuaste algo por encima de mí. Tinta corriendo por mi nombre monosílabo. Tan ridículo como él mismo. Seguro ahora es un pez dorado de esos con los que tanto soñaste por aquella portada del libro de Laura Restrepo.
Me miro mis manos y sus líneas que reniegan de la experiencia mientras sostengo mi taza blanca llena de té verde. Sin azúcar.
Yo y mi bonsái.

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...