sans


Nos dejamos
A veces en las banquetas grises
A veces al final de un vaso
Nos dejamos para ser encontrados
Sin excusas
Perdiendo el miedo
Tranparentes a los ojos de la noche
Como trampas para las sombras
Nos dejamos las palmas en los versos
Viajamos por las letras
Dejados en los olmos
En las tinieblas
No se puede ser algo más.
Caminos de invariable desaliento.
Todo por la simple idea de permanecer un segundo inerte.
Ver nuestro reflejo en un ventanal flotante.
Devorando los pasos de alguien más.
Viajando sin carnet.
Durmiendo de día.
Relatos relativos.
Perfume de flores.
Cien.

if.


Mira que te he visto a oscuras
con tus zapatillas rojas
y tu suéter gris.
Tengo que defenderme de la lluvia
Como te defiendes de mis besos.
El bajío de tu cuerpo
Vientre emplumado.
No puede volar
Entre partituras
Sonetos cautivos
Sollozos acústicos
Esculturas danzantes.
Y los sueños que se aglutinan en nuestras miradas
Apeándose en los arcos
Bajo marquesinas de cristal.
Ciudades mañosas
Con callejones que pretenden
Con luces rojas
Con la boca seca.
Y si no me defiendo de la lluvia
Y tus labios me encuentran entre los callejones
Y las miradas se vuelven acústicas
y los sonetos se deslizan por tus pestañas
y si la luz roja nos engaña
Nos vamos de esta ciudad ladina
De una vez por todas.
Y nos creemos todo de la nada.



ah!


Yo con mis escasos pensamientos, te conmino a que inclines tú oído hacia mí.
Recuérdame con mis pies pequeños y mis ansias locas de trazarte en laminado y composiciones extrapoladas de vectores discontinuos cogiendo la luz con un borroso haz de sol.

Toma mi rostro, examina los pliegues de mi frente bajo mi cabello negro. Mira mi lado carnal bajo un lente impoluto. Ve a través de mis entrañas.
Los chubascos se avecinan, caen sobre los arboles metálicos que con su sombra gris nos llama a mirar por debajo de sus copas.

¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!

Famélico.

Y la mar y el tiempo y la luna y todo a lo que obedece el oleaje de mi alma.
Escucha el crujir de mi mandíbula
Salivando azufre.

Y el viento y dolor agónico y amor y muerte.
Se va cuajando la retina de mi ojo izquierdo.
Escucha mis letras. 

No confío en el ayuno
¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!
¡No debo morderte!

Noche 1.1.1


Después de todo, la noche resplandece con un talante curioso, inconspicuo, latidos perpendiculares. Así, los ánimos te saben a cristal, caminas sin rumbo, tu sombra te pierde de vista, te detienes un momento sentada en una banca bajo un abeto blanco que parece no tener  fin, como si pudiera besarle las pestañas a Casiopea. El rumbo se apetece misterioso y el destino distante nos conmina a contar nuestros pasos.

nos vence


Y con la noche viene la ansiedad
Las esquinas con sombras deformes
Mujeres de blanco cuando abrimos los ojos
Labios carmesí cuando cerramos la mirada
Saliva pasando lentamente nuestras gargantas
Miedo a los animales nocturnos
A los insomnes con mal de amor
Rostros anodinos se asoman por la ventana
La fría pared nos besa los pies
No hay descanso en nuestra mente
Añoramos el letargo
Tememos el hilar de sueños
Lloramos
Mordemos
Recordamos
Y el primer resquicio de luz nos vence
Una noche más.

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...