Ophelia

Resultaste ser como una Ofelia dentro de una tina blanca, la revoltura de colores matizada con una tintura transparente que me brilla dentro de la pupila dilatada. Las flores carmesí me muerden a través de su aroma inquisidor
¿Te gusto?
No es como si mis rodillas no sangran por mantener la misma posición tratando de tragar toda el agua que expulsa tu cuerpo-masa inerte-piel mía-mujer errante-54kg, tome toda la que pude conmigo y aun así tu seguías jugando a hacer burbujas con lo que te quedaba de aire.
Es curioso…al despertar este día nunca pensé en verme de rodillas y alumbrado por esta luz blanca falta de calidez. Hoy me desperté aun con mi sueño en las mejillas, aquel en donde vestía botas cafés y tenía el cabello gris, estaba sentado en una mesa pequeña con grandes sillas y platicaba con ciertas personas entre las que recuerdo estaba una mujer llamada Marele que tenía toda su atención en su carpeta de ilustraciones de John Tenniel. Yo también quiero ver detrás del espejo…pensaba mientras jugaba con uno de sus rulos azules.

N I L E

Me enrede entre tu bufanda tejida a mano, los cordones de tus zapatillas me hicieron tropezar, la entropía de naturaleza perfecta que reside en tu cabellera morada me hace morderme la lengua, contraigo mis pensamientos y miro dentro de las palabras, dentro de los grandes círculos de las “o”

Ocioso


Me inclino para probar tu cuello, contengo tu perfume dentro de mis pulmones lo más que puedo, solo hasta que me haces reír con tus dedos traviesos. Estiro tus medias sobre mis ojos deformando mi mirada, te veo a través de la seda gris, te escucho atentamente mientras condenas mis bromas de mal gusto, nos recostamos en el tapete que tu madre nos regalo cuando viajamos a Maturin, esa la que tiene rombos y pelaje de lama peruana, aquella en donde derramamos un poco de sake caliente.
Entre el murmuro del viento escuchamos nuestros nombres, susurrando nuestras iniciales, marcadas entre las hojas del olivo que nos regala de su aroma vespertino, las piedras e rio me dejan rojas las plantas de los pies, tus lentes reflejan lo que el sol me está ocultando.


Sonrisa discreta


Piérdete entre el jardín, ya nos encontraremos después de que el silencio doble la esquina.

try me

Gasta un poco de saliva en mi rostro
Vierte la sal sobre mi piel purpura
Cubre la mies y escóndela en el sótano
No dejes a los niños hurgar por las ventanas
Pueden ver tu secreto del salón
Pisar tus flores
Y arruinar la pintura vegetal
Corre entre los callejones
Busca bajo la plantilla de tus zapatos
Encuentra los rastros olvidados
Y prueba de una vez por todas que eres libre
Raciona pues tus deseos
Mira por la rendija de la puerta del vecino
Llena tus vasijas con agua de colores
Quita el esmalte de tus uñas
No volveré a escoger el rojo nunca más
Atormentare mi cuello con punzadas leves
Lo demás será lo que recoja a manos llenas
La minuta de ser paciente con alguien mas
No me comprende en absoluto
No hilvano frases
No encierro teléfonos del periódico
Solo recorto revistas de los ochentas
Y las pego bajo mis suelas
Soy el camino andante
Y la esfera de papel
Una estepa de cabalgar ligero
Rio frio
Angustioso momento
La flama azul
El escondite perfecto
¿Quieres probar un coco?

Evoca y equivoca

Escritúcho # 3245358
Dicción

Ficción

Adhesión

Coerción



Después de tener una espiral interminable de letras recorriendo los rincones más húmedos y sombríos de mi mente, cientos de palabras que no pude hilvanar salían como escarabajos por mi espalda y mordían mi cuello quitándome la tranquilad. Me mordía la uña de mi dedo índice intentando encubrir las ansias de darle sentido a mis pensamientos y terminar lo que mi editor esperaba desde hace un par de meses cuando recordé el escrito que nunca termine, aquel que te prometí el primer domingo del otoño, aquel en el que escribía acerca de la región de la Guayana venezolana en donde un mitigado y empedernido escritor buscaba formas humanas entre las piedras cortadas por el tiempo. Al pasar las hojas de todos mis escritos me di cuenta de que tu aroma se fue decolorando lentamente y la imagen de tu mirada se fundió entre el viento que apago violentamente las velas que alumbraban mi escritorio, la tenue caricia de tu sonrisa se escondió en la negación y poco a poco mis escritos hablaban de nuevo de cosas sin importancia, lo profundo de tu ser paso a ser lo más insubstancial dentro del tintero de mi pluma, no existes mas entre mis registros del día a día, no apareces mas en el álbum familiar, mis escritos no son mas para tus ojos pues mis musas más actuales son concisas de palabras y actos, de esencia y pensar…el amorfo deseo de reproducirte a través de sus memorias es simplemente un cobarde acto de autoengaño.

El recuerdo de lo no vivido.

sincomas

Intento culparte por todas la sinceridad que mis ojos deletrean a cada pestañear pero lo poco que me queda de temor lo corriges con una sonrisa recatada pero permisiva que le dice a mi nariz que se puede relajar un poco y oler un poco del perfume de tu cabello que gentilmente dejaste sin amarrar para mi pues sabes que me encanta la manera en la que tu cabello se riza entre mis dedos mientras lo acaricio sentados en aquella banca que hemos marcado como nuestra con nuestra iniciales e interminables fotos tomadas por desconocidos transeúntes que nos sonríen al vernos comer helado dentro de barquillos que saben a aquellos momentos mientras te conocía en la cafetería de la esquina de aquel parque y nos pisábamos los pies discretamente mientras los demás hablaban de política actual y otros temas diversos que nos hacen bostezar y tomar chocolate caliente y galletas con un sabor similar al del barquillo que en realidad solo comíamos hasta la mitad dejando espacio para algodones de colores y besos dulces gracias a tu pinta labios de color azul estridente como aquellas zapatillas deportivas en las que dibujaste un pato como aquel que vimos en nuestro viaje por Sabournac en donde escondíamos a los patos de los cazadores ávidos de sangre y por supuesto de carne de pato que irónicamente probamos en sándwich esa misma noche cuando la señora de la posada se entero que era fan de los emparedados no importando el contenido y la textura haciéndome recordar el grandioso emparedado de mermelada con malvaviscos que me preparaste en la víspera del día en el que acamparíamos para conseguir tickets de aquella banda inglesa que escuchamos en aquella tienda en donde compramos los víveres para nuestro primer viaje hacia aquel rio en donde se reflejan las estrellas de noche y en donde vimos por primera vez a Neptuno por telescopio el cual después de un rato descubrimos que tan solo era una lucecita dentro de una choza la cual calentaba artificialmente a un hombre que atendía los viñedos más nobles de la finca Son Bordils en la que nos encontraron corriendo descalzos a la luz de la luna menguante del mes de febrero en donde conocí tus faldas largas y en el cual recorrías mis dedos buscando signos de cansancio


Solo encontramos la noche.


            Quiero leerte, grabada entre las hendiduras de los ojos de los muchos que se sientan dándome la espalda.  Pero todos ellos han quedado ciegos, se conforman con sentarse a escuchar el trinar de los pájaros y ver remolinos en los charcos en derredor de sus pies…esperan a que del pico de una ave se resbale una semilla para que caiga entre sus calcetines y puedan arraigarse en el pavimento gris, el uniforme rojizo del a arcilla o quizá dentro del fango y el almizcle que se respira desde la entrada de esta ciudad llena de vestigios de lo que un día fue sin duda el sueño de unos tantos y que hoy es la pesadilla continua de la mayoría menos de mi.
 La mía es una realidad diferente le digo a una señora mientras le sonrío…ella dentro de su ceguera se pregunta con quien estaré hablando y se cuestiona el porqué de mi olor tan diferente. Huelo a ella, le digo sin que me pregunte… a esa mujer de pelo castaño y uñas negras, la que pisa el pasto con los tacones en la mano y que viste de blanco por la noche, la del 22 a, la de la calle del nombre olvidado, yo no soy como usted…vera señora…yo más bien soy olvidado y no olvidadizo. La señora se para del suelo en donde yacía recostada y camino sin rumbo, no sé si fue mi plática lo que la motivo o el simple hecho de que su existencia era demasiado miserable ya como para además soportar a un lunático parlanchín.
Aun así seguí hablando, aquí, en la ciudad de los mudos, en donde los ciegos son la mayoría y yo soy la única minoría.

El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma.
Aldous Huxley

ʇәssetʇәssetʇәs


Cruel desvelo con mirada de mujer y piel de bronce. Me brillas en la cara de una forma impura, me encuentras desconcertado por tu resplandor. Me escribes de manera cuneiforme entre versos que mi mente solo puede negar.
Ser transparente

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...