Fragmento de algo más 1.1.2.3


Me muevo sin entender quién le da cuerda al mecanismo que muere dentro de mi.
Voy cepillado mis dientes amarillos uno a uno mientras mi mente sigue fijada en el tacto de mi vieja almohada.
Me pone a pensar la regularidad con la que veo el 11:11 de mi reloj. Como si esperara al momento justo para saltar sobre mi mirada.
Hoy fui en tren hasta la prefectura de Nakamura vi romper los capullos de un árbol de cerezo. Hable con alguien sobre el verano que pasó demasiado rápido. Esta mañana no pudimos encontrar la nieve sobre nuestros pies. Los rayos de sol traspasan nuestros lagrimales. Como si fueran las espadas de huestes que buscan tomar como presa nuestra capacidad de mantener nuestra espalda seca.
Platiqué con Aoi mientras esperábamos a que el bochorno menguara y pudiéramos caminar sin que la goma de la suela de nuestros zapatos se derritiera en el asfalto oriental.
Me contaba como su madre se las ingeniaba para poner diariamente en su mochila una variedad diferente de bento. Yo no entendía de complicadas recetas y de nombres que aunque dichos con voz melodiosa, mi mente no pudo recordar. Sin embargo mi estomago que habla el idioma universal del hambre se hizo oír con un gruñir de tripas espantoso. Tienes suerte, dijo Aoi con una sonrisa entrecortada, He tenido una clase extra y es justo ahora que me dispongo a descubrir que ha deparado mi madre para calmar la furia de mi estomago.
Comimos acompañados de la parsimoniosa sombra de un árbol que tenía mas años que los que tienen los abuelos de Aoi y los míos juntos.
Ahí, apoltronados en las viejas raíces de un compañero fiel, me despedí de Aoi y regresé a mi baño. Miré el reflejo de mi rostro angustiado y seguí cepillando mis dientes amarillos. Uno a uno.

No puedo 1.1.


Me contengo
a pesar de mis labios de papel reciclado
y mis mañanas que lloran por la noche
y el sueño que no llega al alba
y mis ansias por enrollarme bajo las sabanas.

El enfado de la amplitud de mis raíces
y el volátil trastorno de mis anhelos
y la pesadumbre hilvanada en mis hombros
y las llagas del andar errante
y tu mirada.

Caigo en tus espirales
en tus letras que parecen mías
en tu mirada que siento ajena
la métrica imperfecta
de un vórtice desigual

Y tu amor como en reposo
parpadea de celos
de angustia feroz
con sábila en tus pies partidos
Amante de mis grises.

Me vienen las sensaciones
de ti y tu cercanía
y de tus verdades partidas
tu reconocimiento a mi alma
y la luz de un astro que mengua.

Por ti y tu caprichoso aroma
y lo suave de mi voluntad
mis pies que buscan las alturas
lo que no pudimos decir
nunca encontramos nuestro lugar.

Más.


Soy fácil de leer. Siempre escribo tu nombre entre lineas.

Anxiety 1.1.2


Mi ansiedad lleva tu nombre así como mi espalda lleva la marca de tus labios que son como siempre devotos al silencio. Me ocupas los dedos, morados de apretar el lápiz, conteniendo las palabras que debo esconder debajo de mis uñas. Lastre de mañanas purpuras y gritos bajo el agua que tocan la superficie en forma de burbujas que contienen el suplicio de tus pensamientos.
La tenue luz de una bombilla tintineante se vuelve cálida al alumbrar tus guantes negros que enfundan tu tacto frío y espeso. Entras a escena con un ritmo perfecto, como la pausa tras el suspiro. Embeleses un sueño adusto de este naufrago urbano. Antes que todo, eres la locura de una pasión que me revienta el pecho y me revuelve los pasos. Te busco pero mi rostro golpea el suelo de manera violenta. Es mi miedo que pesa como un bosque muerto, es la mirada que se rehúsa a encausar mi atención hacia el olvido, es el olvido que me es ajeno.

lo que pasa es que...


Estoy aquí, hundido en un sillón azul, comiendo mandarinas, pensando en la manera de devorar tus pensamientos, deshilar tus suéter gris, decontruir tus caricias y de a poco entender la entropía de tus frases inconclusas. Navego en tus sombras, me guío con la punta de tu dedo indice, añoro tus gritos y gruñir matutino. Abanico el aire cálido lejos de tu rostro, tus pestañas humedecen, esperan el momento mas fresco de un sábado incipiente.

31 cosas que no me dejan dormir


y los dobleces de tu falda
y tu anillo verde
y las calles que caminas
y tus zapatillas rojas
y tu voz entrecortada
y el anhelo que te busca
y la noche que te encuentra
y tu silencio
y el té de manzana
y tú
y mis besos necios
y el olor a pasto
y lo ordinario
y tus versos
y mi pensamiento
y lo que dejo
y lo que me encuentra
y yo empecinado en ti
y tú
y tu silencio
y lo que escondo
y mi locura
y tú
y tú
y el desvelo
y las ansias locas
y el llanto
y el dolor que no me deja
y mis dientes chuecos
y mi soledad.

Epístola sin Destinatario.

Me quedé parado, quieto, estacionado entre la multitud que miraba los cuadros azules de mi camisa. No encontraba el momento de cortar la fila infinita de personas con rostros cansados. Solo necesitaba un paso. Me imaginaba sobre los arcos de el edificio gris que descansa en la esquina de la calle, apoltronado en la orilla de un balcón. 
Me pegunto como hace la gente en esta ciudad para encontrar un resquicio de sombra, un pedacito de silencio que les permita escuchar sus pensamientos.
Me quede aquí, sin tiempo, con el corazón dormido y en mi mente una sinfonía de pensamientos. Las hebras de tu cabellos me pintaron la mirada. No puedo volver, a antes, a cuando me movía.  
Tu recuerdo me dejo los pies de plomo, hundido, el asfalto hasta los tobillos y una avenida de sensaciones. Los músculos de mi cuello esperan el regreso de tus dedos chuecos.
 Regresa, comamos miel de los desiertos andinos y cortemos lilas del jarrón de la vecina. Hay que hornear aquel pastel de moras que nunca nos queda y repasemos las lineas de ese poema de Benedetti que tanto nos quitó el sueño. Sigo empecinado a que volvamos a ser un par de extraños,  enamorarme una y otra vez de tus mas rojos defectos, portar en mi mente tu rostro anodino y memorizar la galaxia de tus lunares.

Deti.

Te voy descubriendo
violenta
de arrabal
con la camisa arrugada
y el vientre cálido
antología de pasiones
amnesia colectiva.

Te escribo
mientras me come la ansiedad
siento tu aliento
sobre mis mejillas
tu sabor
colándose entre mis molares
sin dudas.

Te voy queriendo
sobre cornisas
en rincones poligonales
con colores desvanecidos
En barcos
de madera hinchada
con destino a tu mirada.

Te encierro
cordel en tu muñeca
cárcel de mis pensamientos
empecinado
amante de tus humores
anclado en tu bahía
sediento.

De ti
de nosotros
de la manera que caminas
del ancho de tu sonrisa
y tu lunar secreto
y tu miel
y la lluvia
y yo, el naufrago
y tú, la sal.

Denial

En el resquicio más intimo de mi sueño mas anhelado. En el destello de tu deseo impasible. A la sombra de un árbol de papel que se apoltrona en el centro de un salón lleno de animales con ojos de cristal. Te escondes con destreza entre mis manías y la negación constante de que mi desvelo no lleva como firma tu nombre.

De ti.

Temo de ti y de tu sonrisa y de tu voz tan dulce y parsimoniosa que juega con mis nervios y a tu andar constante y de mi corazón gris y a tu mirada que me apuñala la razón y tu cabello rojo y a tu calor y a la razón y del tiempo y a los poemas rotos y de las vasijas con agua salada y de mi sed y a la nostalgia y de mis dedos curiosos y a la amargura y al tic-toc tic-toc que me rompe el pecho y al azar y de la duda y a la gravedad. Temo de ti.

No te encuentro.

Quiero ir a Chile
encontrar tus caminos
saltar en la nieve de los andes
cruzar tus praderas
comer castor
ir a tu parte mas austral
caminar tu mirada
decir fome hasta quedar afónico
explorar tu sonrisa
amar en la patagonia.

Tormento

El bochorno de la noche nos alcanza y moja el silencio de las calles. Las multitudes se aglutinan en los establecimientos en donde corre un aire fresco con un aroma  frutal que se adhiere a nuestra mejillas. Nos movemos a través de pasillos, entre estantes con libros de segunda, bajo pasillos con piso de Cristal.

Buscamos Encontrar un recuerdo encapsulado en una lata de café del siglo pasado. Las añoranzas por lo viejo se aglutinan entre suspiros y miradas fortuitas al vecino lector. Es la llamada verdad anticipada en donde miramos cómo cada segundo se va haciendo viejo y los amores que en años pasados nos empecinamos por olvidar ya nos parecen más dulces o menos agrios qué para el caso es lo mismo.

A veces nos vamos encontrando con colores que matizan el camino entre arcos de plazuelas con fuentes en el centro. Es una llamada hecha en silencio. Murmullos que echan raíces bajo acueductos de arcilla.

Nos descubrimos cómo almas en pausa, palabras contenidas en pocillos de barro. Encontramos una figura fractal en el caparazón de los caracoles que se esconden de la lluvia. Después de guardar mis manos en los bolsillos de mi abrigo me pregunto de qué nos escondemos nosotros.

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...