Me rendí cuando al final entendí que dejé de ser yo.

Me rendí
A los pequeños defectos en tus uñas
Tu humor de los mil carajos y las travesías hacia tus pupilas enmarcadas en un par de cristales que esconden las verdaderas intenciones de tu mirada.
Te vendí eso que solo puede pagarse con amor o con desprecio. El huracán que nos atrae al vórtice de destrucción con flores que vuelan y se detienen a presumirnos sus perfumes.
Bebida amarga que espera la infusión bajo las brasas congeladas, ruinas de una realidad que fue caos y murió bajo el cobijo de un romance con truco.

Dejé de ser yo
Doblé las manos a tu voluntad y perdí la capacidad de descifrar tus muecas. Veneno con antídoto mortal. Terminé con menos argumentos a estar solo.
Fui espectador cuando alguien más echaba suertes por el último resquicio de mi cordura. Me senté en el fondo a observar como perdía significado mi reflejo.
Sombra que oculta tempestades. Agua salada que seduce a nuestras bocas secas. Nubes transparentes a un sol que reclama la atención de nuestros ojos defectuosos.

Al final entendí
Por la manera en la que sigilosamente cortabas mis palabras y caminabas siempre en silencio. Por la histeria y el llanto sumergida en la bañera. Por la manera en la que sonaba mi nombre en tus labios.
Con todas las canciones de desamor y las películas con historias sagaces que te hacían creer que aún había tiempo pero siempre contaban el mismo final.
Por los oleos grises y los mapas falsos. Por el tiempo perdido y los hombros encorvados. Por el peso del lastre y por la saeta en el corazón.

Fragmento de relatos no eróticos de casi ficción. 2.0.2

 Porfirio llegó a casa con el abrigo en mano
             -Siempre me traiciona el pronóstico del clima- refunfuñaba mientras se jalaba del cuello su corbata roja con lunares blancos. Del bolsillo derecho cayó un papel doblado cuidadosamente. Era el retrato de Porfirio. Después de cogerlo del piso lo guardó dentro de aquel libro que nunca quiso leer Cristina. Buscó en la radio alguna estación de smooth Jazz para que lo acompañara el resto de la tarde y vertió en un vaso con hielos un trago doble de whisky.

Mientras Porfirio miraba una pequeña mancha justo arriba de la litografía de mujer con sombrilla de Monet, que cuelga sobre la pared gris de aquel frio departamento, le golpeó como una tormenta el recuerdo de aquella mujer misteriosa.

-Seguro es una mujer interesante. Sin duda busca práctica con la tinta y el papel cada que encuentra a alguna persona con el rostro con características suficientemente distintivas para hacer surcos, sombras y curvas de aquí para allá. Me encantaría ver todos los dibujos que ha dejado debajo de tazas medio vacías en todos los cafés de la ciudad. Podría inventarles una historia sin principio ni final. Solo una colección de rostros que cuentan historias con cada lunar en los ojos.

Las nubes comenzaron a manifestarse y la tormenta eléctrica era el presagio de que sería una noche larga.
- Vaya, Cristina duerme hoy en el hospital y yo con esta ansiedad tan latosa. Me pregunto si habrá cenado algo… los viernes prefiere pizza aunque la zona de entrega de su restaurante italiano favorito está fuera de alcance. Tendrá que conformarse con cualquier cosa. Me entra la cosquilla de llamar para escuchar su voz pero siempre que le hablo la imagino con ambas manos dentro de la caja torácica de algún desafortunado paciente. Los imagino deteniendo toda acción mientras los monitores se quedan en negro. “No es momento” Me dice el paciente mientras coge la mascarilla para aspirar más anestesia.
Noches como esta en la que no tengo a mi lado a Cristina me entretengo en la idea de pensarla como una idea etérea. Alguien que  se inventó dadas las circunstancias de una necesidad imperiosa de tener un personaje femenino en cada libro de ficción amorosa. Me da por correr al armario y mirar aquel suéter gris que yo le regalé.

Vuelvo volando mientras sueño en silencio.


Vuelvo a ti
A través de la sangre purpura en mi piel
En las hebras de una cortina con calado en forma de colmena
La miel de tu numeralia y los detalles anecdóticos de cada una de tus vocales

Vuelo
Hacia ti y a la duda de un auricular negro que amenaza con parpadear en cualquier momento
Dentro de poemas irracionales y pequeñas historias acicaladas
Sin cambiar demasiado pero aferrándome a la idea de que todo es posible.

Sueño
Y sin embargo duermo con los parpados cargados
Realidad inasible con ideogramas inefables
Los engranes de una maquinaria con mente propia

En silencio
Encallado sufro los embates del mar que vuelve a mí
Oleaje sempiterno que tatúa en mis manos las sagaces burbujas que rompen en la arena

Historias escritas con tinta deleble

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...