Relatos no eróticos de casi ficción 6.1.1


Porfirio salió corriendo de su departamento tratando de asegurarse que no faltara nada en su portafolio. Salio con una pequeña bolsa en donde solía guardar el mate y el termo con un poco de agua caliente para el camino. Estaba completamente seguro que no le faltaba nada, inclusive había cargado con el sombrero el abrigo impermeable que Cristina le había regalado unas semanas antes cuando las lluvias atípicas comenzaron al inicio de la primavera.
Justo en el momento en el que el pestillo de la cerradura de la vieja puerta de pino hizo clic se dio cuenta de que no había tomado las llaves de aquel platón de talavera que descansaba en aquel banco enorme que había comprado justo con el único propósito de ponerlo en la entrada y no olvidar sus llaves como era su costumbre.

-Me preocuparé de esto cuando regrese a casa- Pensó Porfirio mientras bajaba las escaleras y miraba su reloj empujando las manecillas más rápido que de costumbre. Las tres menos 15. Porfirio tenía justo el tiempo necesario para tomar un taxi y llegar al café a su cita de trabajo.
De repente el caprichoso cielo de la ciudad de México tomó por sorpresa a los transeúntes y alejó toda nube amenazante del panorama.

Ahí, en el asiento trasero de ese toyota camry acondicionado para ser taxi y bajo la mirada inquisitiva del conductor fue que Porfirio pensó que esa cadena de decisiones erróneas eran una señal de que el resultado de  su junta con Marcela no le favorecería en lo absoluto.

-Nunca he sido un hombre supersticioso- dijo entre suspiros mientras el conductor esbozaba una pequeña sonrisa burlona.

Al llegar al café se dio cuenta que había sido mala idea cargar con el mate y el termo pero pensó en alguna manera de negociar con el mesero en cuanto tuviera la oportunidad. Casi sin pensarlo entró al fondo de ese pequeño lugar y de inmediato distinguió la cabellera en v que colgaba elegantemente en los hombros de Marcela. Pensó en jugarle una broma pero al ser una cita de trabajo creyó que lo mejor era hacerle un cumplido así que de inmediato puso su maletín y su bolsa con el mate en una silla y le dijo algo acerca del vestido azul índigo.

-Mi persona favorita vestida en mi color favorito- dijo Porfirio arrepintiéndose de inmediato.
-El ser adulador no te queda Porfirio, además este harapo viejo no le hace justicia a mi figura. Si tan solo hubiera sabido que no haría tanto frío y que la lluvia solo era una amenaza sin fundamentos hubiera elegido el vestido a flores que tanto te gusta.

Porfirio sintió un hueco en el estómago, tal vez porque solo había tomado un poco de mate antes de salir de casa. Tal vez porque sintió una mirada  penetrante de Marcela que trataba de leer las microexpresiones de su rostro.
Te quitaré el nervio de encima Porfirio, me han encantado los cuentos que me enviaste. Solo una pequeña visita al departamento de estilo y estás listo para integrarte a nuestra publicación.

Un gran suspiro llenó aquel rincón en donde Porfirio y Marcela estaban sentados. Era como si a él le hubieran dicho que no tenía de qué preocuparse el resto de su existencia.

La plática se extendió por varias horas y al mirar en su reloj las siete cuarenta y cinco, Porfirio recordó que no había tomado sus llaves antes de salir de casa.

Marcela se disculpó por un momento, se levantó de la mesa para hacer una breve llamada y aprovechó para salir a fumar un cigarrillo.

Él aprovechó para tomar una servilleta e intentar escribir algo que estaba malabareando en su mente.


We are kids playing in the garden
A sea of misconstruction and deceive
Unexplored moons waiting
A sun in our eyes…

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...