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No queda más que perderse en tus hondas olas
Tormenta violenta que moja mis labios
Nombre de incontables letras
Perfume de inconmensurables tormentos
Tu voz como condena eterna me encadena
Voy en círculos esperando una salida
Minutos que se estiran sobre manecillas de madera

Volvemos al punto de partida.

Aguantar las tribulaciones.


No queda más que resignarse a seguir hacia lo profundo en ese efímero instante en el que sabes que llegaras al fondo tarde o temprano. Desenlace estruendoso que te come las entrañas. Vértigo que anuncia la llegada del fin y sin embargo es el momento más tortuoso cuando sabes que meter las manos por delante no hará ninguna diferencia.

Me rindo a la quietud de tener un gancho en las costillas. Un lastre que te aplasta los pulmones. No hay aire para suspiros o secretos susurrados al oído. La lluvia se impone con su tonada nocturna como si de taladrar el concreto se tratara. Aun así las criaturas nocturnas se mueven con sigilo entre autos abandonados y hogueras a punto de ceder.


Somos víctimas de una revolución que tenía como objetivo el exprimir nuestra voluntad y apretar nuestras gargantas con sus botas. Una revuelta interna que confronta nuestros miedos más profundos con la apatía que nace de saber lo que viene a la vuelta de la esquina. Nos empotramos en la pared como eternos espectadores.

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...