Soñé que en el camino encontraba el silencio.


En el sueño.
Pienso en tus anhelos que se esconden en la oscuridad más espesa, en el bochorno de las tardes de marzo. Tus manos como hojas afiladas abriendo paso entre el mar adusto y los llanos húmedos. Tu andar delicado, terso como el aroma del deseo. Tus caricias como la vid rebosante.
En el camino.
Y la nada anegada en el corredor hacia la salida de emergencia. Escurriéndose a través de la comida congelada de la nevera. Y los sueños con diagonales y polimorfismos que nos dañan la percepción. Los sentimientos taimados y un harapo sobre tus hombros delegado a contener el temporal.
En el silencio.
Creemos y especulamos sobre paisajes urbanos y galeras ardiendo. Nuestro cuerpo se apoltrona bajo las ramas asimétricas de un eucalipto que ha secado los pozos más profundos de una tierra lacónica. Sembramos en círculos y segamos en línea recta. Comemos del fruto que nos revuelve las entrañas.

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