Fuí canción.

Noble tono. Sonríes con dulces notas que se cuelgan de tus pestañas. Te escondes de los que no quieren leer la verdad en tus coros. Vistes de negro y te contorsionas en partituras manchadas de rojo. Tienes un cuello largo que espera el beso del acorde parsimonioso. Preguntas por el tiempo y él te mide en octavos como reservándote para sus tardes de silencio.  Caminas entre líneas tocando las cuatro cuerdas que delimitan tu alma. Te cuelgas del susurro de los intérpretes callejeros. Te muerdes los labios saltando de página, sosteniéndole la mirada al viento y sus silbidos. Te sonrojas con la voz de la soprano que pierde sus manos en las barras asimétricas en blanco y negro colgadas de una caja con una maquinaria de inspiración espontanea. Los días te comen y terminas la jornada siendo un suspiro nocturno. Desapareces entre sueños mudos. Te escondo en el lunar de mi cuello para no perderte. Por la mañana te  veré sonreír  asomándote de las bocinas de mi radio de bolsillo.

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