ah!


Yo con mis escasos pensamientos, te conmino a que inclines tú oído hacia mí.
Recuérdame con mis pies pequeños y mis ansias locas de trazarte en laminado y composiciones extrapoladas de vectores discontinuos cogiendo la luz con un borroso haz de sol.

Toma mi rostro, examina los pliegues de mi frente bajo mi cabello negro. Mira mi lado carnal bajo un lente impoluto. Ve a través de mis entrañas.
Los chubascos se avecinan, caen sobre los arboles metálicos que con su sombra gris nos llama a mirar por debajo de sus copas.

¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!

Famélico.

Y la mar y el tiempo y la luna y todo a lo que obedece el oleaje de mi alma.
Escucha el crujir de mi mandíbula
Salivando azufre.

Y el viento y dolor agónico y amor y muerte.
Se va cuajando la retina de mi ojo izquierdo.
Escucha mis letras. 

No confío en el ayuno
¡No puedo morderte!
¡No puedo morderte!
¡No debo morderte!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dos minutos para las 2

Dos minutos para las 2 y los párpados te pesan más que la negrura de la noche. Sin embargo te embriagas del ruido blanco de la radio y com...