Mi ansiedad lleva tu nombre así como
mi espalda lleva la marca de tus labios que son como siempre devotos
al silencio. Me ocupas los dedos, morados de apretar el lápiz,
conteniendo las palabras que debo esconder debajo de mis uñas.
Lastre de mañanas purpuras y gritos bajo el agua que tocan la
superficie en forma de burbujas que contienen el suplicio de tus
pensamientos.
La tenue luz de una bombilla
tintineante se vuelve cálida al alumbrar tus guantes negros que
enfundan tu tacto frío y espeso. Entras a escena con un ritmo
perfecto, como la pausa tras el suspiro. Embeleses un sueño adusto
de este naufrago urbano. Antes que todo, eres la locura de una pasión
que me revienta el pecho y me revuelve los pasos. Te busco pero mi
rostro golpea el suelo de manera violenta. Es mi miedo que pesa como
un bosque muerto, es la mirada que se rehúsa a encausar mi atención
hacia el olvido, es el olvido que me es ajeno.
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