Las caricias de un trémulo
pensamiento envuelto en el violeta de tus labios. Anhelos de frazadas
azules que nos cobijan del dejo invernal. Tu marca de nacimiento se
esconde entre los pliegues de tus calcetines tejidos con lana de
alpaca. No hay dudas entre el titiritear de tus dientes. No hay
sombra que se esconda de tu curiosidad inquisitiva que deconstruye el
rombo que forman los lunares en mi hombro izquierdo. Sueño con el
laberinto de la huella de tus palmas. Beso tu cuello en complicidad
del silencio. Recorro el reflejo que avanza por tus rodillas hasta
llegar a su punto de origen; El desfile nocturno de automóviles que
se pierden junto con el rugir descompuesto de sus motores en el
horizonte de la niebla bajo una noche que dista de su fin.
No puedo recogerte de ahí,
de mi pensamiento. Traerte a un plano mas real y permitirte, ahora
si, que retengas mis palabras en mi boca, acorraladas con tu
lengua,con tu cuello. Detener mis pasos y mirar hacia arriba, en el
primer escalón donde me mirabas azorada, segura de que volvería
hacia a ti, escalón por escalón, hasta el descanso de mármol en
donde tus labios retuvieron la ultima frase que me negué a escuchar.
Nuestras fotos siguen ahí,
en el cajón de madera, con una pátina que hace ver tu cabello menos
rojo y mi sonrisa ilusoria y adusta. Mi cara anodina engaña a mi
mente en negación, en un descanso que entume y quema y hunde la
razón.
De alguna manera volvemos,
aunque no al inicio sino más a un tiempo en el que podemos ir y
venir. Somos en cierto modo, cómplices de una realidad que no nos
pertenece. Sin embargo el sol es el sol, aun en mi sueño, en tus
piernas, a través de la cortina transparente, en sepia. Imaginario.
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