-Siempre me traiciona el
pronóstico del clima- refunfuñaba mientras se jalaba del cuello su corbata roja
con lunares blancos. Del bolsillo derecho cayó un papel doblado cuidadosamente.
Era el retrato de Porfirio. Después de cogerlo del piso lo guardó dentro de
aquel libro que nunca quiso leer Cristina. Buscó en la radio alguna estación de
smooth Jazz para que lo acompañara el resto de la tarde y vertió en un vaso con
hielos un trago doble de whisky.
Mientras Porfirio miraba una pequeña mancha justo arriba de
la litografía de mujer con sombrilla de Monet, que cuelga sobre la pared gris
de aquel frio departamento, le golpeó como una tormenta el recuerdo de aquella
mujer misteriosa.
-Seguro es una mujer interesante. Sin duda busca práctica
con la tinta y el papel cada que encuentra a alguna persona con el rostro con
características suficientemente distintivas para hacer surcos, sombras y curvas
de aquí para allá. Me encantaría ver todos los dibujos que ha dejado debajo de
tazas medio vacías en todos los cafés de la ciudad. Podría inventarles una
historia sin principio ni final. Solo una colección de rostros que cuentan
historias con cada lunar en los ojos.
Las nubes comenzaron a manifestarse y la tormenta eléctrica
era el presagio de que sería una noche larga.
- Vaya, Cristina duerme hoy en el
hospital y yo con esta ansiedad tan latosa. Me pregunto si habrá cenado algo…
los viernes prefiere pizza aunque la zona de entrega de su restaurante italiano
favorito está fuera de alcance. Tendrá que conformarse con cualquier cosa. Me
entra la cosquilla de llamar para escuchar su voz pero siempre que le hablo la
imagino con ambas manos dentro de la caja torácica de algún desafortunado
paciente. Los imagino deteniendo toda acción mientras los monitores se quedan
en negro. “No es momento” Me dice el paciente mientras coge la mascarilla para
aspirar más anestesia.
Noches como esta en la que no
tengo a mi lado a Cristina me entretengo en la idea de pensarla como una idea
etérea. Alguien que se inventó dadas las
circunstancias de una necesidad imperiosa de tener un personaje femenino en
cada libro de ficción amorosa. Me da por correr al armario y mirar aquel suéter
gris que yo le regalé.
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