Fragmento de relatos no eróticos de casi ficción. 2.0.2

 Porfirio llegó a casa con el abrigo en mano
             -Siempre me traiciona el pronóstico del clima- refunfuñaba mientras se jalaba del cuello su corbata roja con lunares blancos. Del bolsillo derecho cayó un papel doblado cuidadosamente. Era el retrato de Porfirio. Después de cogerlo del piso lo guardó dentro de aquel libro que nunca quiso leer Cristina. Buscó en la radio alguna estación de smooth Jazz para que lo acompañara el resto de la tarde y vertió en un vaso con hielos un trago doble de whisky.

Mientras Porfirio miraba una pequeña mancha justo arriba de la litografía de mujer con sombrilla de Monet, que cuelga sobre la pared gris de aquel frio departamento, le golpeó como una tormenta el recuerdo de aquella mujer misteriosa.

-Seguro es una mujer interesante. Sin duda busca práctica con la tinta y el papel cada que encuentra a alguna persona con el rostro con características suficientemente distintivas para hacer surcos, sombras y curvas de aquí para allá. Me encantaría ver todos los dibujos que ha dejado debajo de tazas medio vacías en todos los cafés de la ciudad. Podría inventarles una historia sin principio ni final. Solo una colección de rostros que cuentan historias con cada lunar en los ojos.

Las nubes comenzaron a manifestarse y la tormenta eléctrica era el presagio de que sería una noche larga.
- Vaya, Cristina duerme hoy en el hospital y yo con esta ansiedad tan latosa. Me pregunto si habrá cenado algo… los viernes prefiere pizza aunque la zona de entrega de su restaurante italiano favorito está fuera de alcance. Tendrá que conformarse con cualquier cosa. Me entra la cosquilla de llamar para escuchar su voz pero siempre que le hablo la imagino con ambas manos dentro de la caja torácica de algún desafortunado paciente. Los imagino deteniendo toda acción mientras los monitores se quedan en negro. “No es momento” Me dice el paciente mientras coge la mascarilla para aspirar más anestesia.
Noches como esta en la que no tengo a mi lado a Cristina me entretengo en la idea de pensarla como una idea etérea. Alguien que  se inventó dadas las circunstancias de una necesidad imperiosa de tener un personaje femenino en cada libro de ficción amorosa. Me da por correr al armario y mirar aquel suéter gris que yo le regalé.

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