Manto estelar.


No puedo medir el tiempo con mis manos enrojecidas por chocar mis palmas repetidas veces tras el aleteo de los moscos que llevan dentro de si mi sangre. Comparo cada mancha de la pared rosada tratando de encontrar similitudes entre sus puntos discontinuos y aquel millar de estrellas que miramos a la mitad de una carretera sin nombre, a las 2 am, junto a una nopalera que, según nuestra imaginación, escondía un par de miradas que nos escudriñaban mientras nuestro mentón se posaba hacia el espacio y nuestros ojos se fijaban en las inconmensurables estrellas. No es como si nuestros propios nombres importaran. Ante aquella escena te enmudece la mente. Mil pellizcos no podrían llevarte a la conclusión de que no estás sumergido en un sueño ni existe compendio de libros alguno que te lleve a sentir la realidad mientras ves miles de millones de puntos blancos sobre de ti.
Ahora que trato de racionalizar todo esto me parece más vano que en aquel momento. Después de todo, ¿Quién no ha escrito sobre el manto estelar?


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